“La propuesta es, ni más ni menos, que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, nuestra realidad y a nuestras identidades. En ese espíritu, no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto en asuntos de derechos humanos y de democracia”.
Desde luego dicha declaración causo revuelo no solo en redes sociales, en dónde, un amplio sector de la sociedad replicó argumentando que el presidente “debería enfocarse en arreglar su casa y no la ajena”, pero, también hizo eco en ciertos mandatarios de la región, tal fue el caso de la canciller de Colombia, Marta Lucía Ramírez, quien expresó a través de twitter:
“Pese a que algunas voces pidieron sustituir la OEA, defendí esta organización y propuse su complementariedad y convergencia con Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Asimismo, planteé que la cooperación extraregional debe incluir relaciones más estrechas con Bandera de Estados Unidos y Bandera de Canadá, como se han venido desarrollando con China”.
En este sentido, cabe aclarar que está situación podría marcar un precedente en el cambio de paradigmas, mediante los cuáles, se ha organizado la región Latinoamericana en materia política- económica con relación al resto del mundo y por supuesto, en la particular lucha de poderes e intereses con el vecino Estados Unidos.
Según datos del Banco mundial, México se encuentra entre las quince economías más grandes del mundo y es la segunda de América Latina, solo por detrás de Brasil, es por esto, que resulta de cuidado la declaración de Andrés Manuel López Obrador, sobre todo cuando recordamos que la OEA tiene su origen en la Primera Conferencia Internacional Americana en Washington, D.C., entre 1889 y 1890, para posteriormente constituirse formalmente en 1948 tras firmarse la carta de su declaración en Bogotá, Colombia.
Cuando AMLO habla de “un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie”, se refiere a la incidencia y control que mantiene el gobierno de los Estados Unidos sobre dicha organización, el cual, pone en desventaja al resto de países pertenecientes al siempre velar (de manera implícita), por el bienestar de los intereses de la oficina oval (Casa Blanca-EE.UU.).
De manera “amable”, el presidente mexicano propone conformar una unión americana (al estilo de la unión Europea), pero, sin invitar a los Estados Unidos, hecho que evidentemente no caerá en lo absoluto en el agrado de Washington D.C., sobre todo si recordamos que no han pasado ni 3 años desde la firma del T-MEC (realizado durante el sexenio de Enrique Peña Nieto), y sumado a efervescencia que se vive en países como Argentina, Brasil, Chile, Perú y la misma Colombia, además de la histórica oposición de Estados como Bolivia y Venezuela.
Podría esto significar cuando menos un pequeño dolor de cabeza para la administración de Joe Biden en aras de mantener su condición privilegiada en el continente, a la par, de su férrea lucha con el gobierno Chino por afianzarse como la potencia económica número 1 del mundo, de más, habrá que ver cómo se mueven los intereses y que impacto tendrá al final de cuentas que uno de los países más importantes en cultura mundial, como lo es México, le haga el feo a su “compadre” del norte.
JR Brindiz
