En Cartelera: Ángeles de Charlie

No hay nada peor para la materialización de las reivindicaciones feministas en el cine comercial contemporáneo que introducir discursos con calzador en cualquier película destinada al gran público. En Hollywood, para cuyos mandamases (en general hombres), el feminismo no es un concepto ni una necesidad social, es simplemente un filón a explotar, lo han hecho con las películas de superhéroes (los planos de la secuencia de la batalla final de Vengadores: Endgame en los que solo aparecen las super-heroínas dando tortazos; el discurso intrascendente del poliamor según Wonder Woman; la “gran noticia” de que Capitana Marvel estuviera realizada por una directora y un director… ¡Dios santo, nos emocionamos con tan poco!) y nos lo han colado en productos discutibles como Estafadoras de Wall Street y las versiones femeninas de Ocean’s Eleven y Los cazafantasmas, respectivamente Ocean’s 8 y Cazafantasmas (curioso que el distribuidor español no utilizara el artículo Las en este segundo caso).

En este contexto, no es de extrañar que una nueva entrega de Ángeles de Charlie parta en teoría de idénticas premisas. La elección de Kristen Stewart, diva del cine comercial-fantástico-adolescente con la saga Crepúsculo que ha sabido encauzar su carrera por otros derroteros, va en esa dirección. Además de interpretar un par de filmes de Olivier Assayas, ha dado vida a Jean Seberg en uno de sus últimos trabajos y se ha significado de forma rotunda en materia sexual y contra Donald Trump. Pero, ¿solo por eso debemos ver esta entrega de Ángeles de Charlie como una variación de acento feminista de la serie televisiva original?

Tampoco es cuestión de revisar ahora todos los episodios de la serie de la segunda mitad de los setenta protagonizada por Farrah Fawcett, Jacklin Smith, Kate Jackson y el posterior baile de “ángeles” (Cheryl Ladd, Tanya Roberts), y aún menos las dos películas en las que Cameron Diaz, Lucy Liu y Drew Barrymore asumieron el protagonismo en un intento, otra vez espurio, de dotar de nuevas señas de identidad a la historia. Pero si lo hiciéramos igual nos llevaríamos alguna sorpresa pese a ser una creación masculina (Ben Roberts e Ivan Goff, guionistas de varias películas de Raoul Walsh, fueron los ideólogos de los ángeles televisivos).

Ya entonces, a su manera, en el ecosistema mainstream de adocenada ficción televisiva estadounidense de finales de los setenta, podíamos rastrear señas de identidad feministas por el solo hecho de ser una de las primeras producciones televisivas de acción en las que el protagonismo recaía enteramente en mujeres proactivas que se debatían entre la reacción y el cliché misógino de la mujer-objeto, eso sí, dirigidas por un hombre, Bosley, y pagadas por otro, el anónimo Charlie (de los 55 guionistas que intervinieron en la teleserie, solo cinco eran mujeres).

¿Cambia algo en la actual película protagonizada por Kristen Stewart, Ella Balinska y Naomi Scott? Muy poco más allá de los hábitos de comportamiento del siglo XXI, la estética actual y algunas secuencias de dominio y seducción femenina en el contexto del relato de acción o espionaje que, en todo caso, tampoco son tan originales si tenemos en cuenta la existencia en esta misma década de películas como Salt, Hanna, Lucy, Atómica y Gorrión rojo. Además, la realización plana de Elizabeth Banks –quien se reserva como actriz el personaje que obliga a unos cuantos giros insustanciales de guion– no difiere de la de cualquiera de los realizadores que se encargaron de la añeja teleserie y hay escasa química entre las tres actrices principales. Igual de aquí unos años se rebela mejor su condición de artefacto feminista-mainstream, pero no creo que con el paso del tiempo gane como película, que también es de lo que se trata.


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