“Soy actual. Es la vida que está alrededor mío. Yo no pinto recuerdos, pinto lo que está sucediendo.”
- Rufino Tamayo
El 26 de agosto de 1899 en Oaxaca de Juárez – México, nació uno de los más grandes exponentes del muralismo mexicano: Rufino Arellanes Tamayo. Desde muy joven, para ser exactos a los 12 años, Rufino comprendió lo difícil que puede llegar a ser la vida, esto debido al fallecimiento de su madre, situación que, lo obligó a emigrar a la Ciudad de México para así quedar bajo el resguardo de una tía, este suceso no solo sería un trago amargo anecdótico, sino que, es a partir este punto en dónde Rufino comenzaría a forjar la esencia de sus obras.
Luego de 4 años viviendo en la capital del país, el joven muralista decidió entrar a la academia de bellas artes en San Carlos, esto, en alternancia a su trabajo como vendedor de frutas y verduras, pero… el plan no resultó de la mejor manera y pasado un tiempo abandonó la escuela, pero, no por eso abandonó su pasión por el arte, Rufino se transformó en la viva imagen de un autodidacta al empaparse de cuánta expresión de arte popular y sofisticada, encontrara a su paso, en sus palabras:
“Estoy en contra de cualquier tipo de academia, la técnica es un asunto personal, cada artista debe descubrir su propia técnica […] es la vocación lo importante, si uno tiene vocación las cosas salen y entonces surge la disciplina, que es lo que forma a una persona”
Tamayo es importante para la historia del arte mexicano, ya que, en sus piezas se aprecia el equilibrio perfecto entre el folklore de raíces prehispánicas y las corrientes vanguardistas de Europa, este equilibrio derivaba en obras que destacaban del resto, gracias a: el color, la perspectiva, la armonía y textura. Características que, según los expertos, son capaces de “abrazarte con una simpleza tal, que te obligan a entrar en un cuestionamiento íntimo”.
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En 1926 es cuando su carrera comienza a despegar, ya que, fue en ese año, en el que, montó su primera exposición, la cual, causó tanto revuelo en el argot artístico que le valió una oportunidad para exhibir sus obras en el Centro de Arte de Nueva York. 6 años después, en 1932, fue nombrado director del departamento de artes plásticas en la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Ya con 55 años, Rufino decidió buscar nuevos horizontes y se involucró en el movimiento muralista, siendo “El día y la noche” su primer trabajo en esta particular corriente, en dicho mural se puede observar a una serpiente (Quetzalcóatl: Dios del viento para la cultura mexica) y un jaguar (Tezcatlipoca: Dios de las cosas materiales para la misma cultura), dispuestos a atacarse el uno al otro sin contemplación,
La explicación argumental de dicho mural radica en el origen mismo de la humanidad, basado en los mitos y creencias mexicas, siendo esta la forma en que Tamayo buscó expresar la dualidad de lo caótica y dura que pude llegar a ser la vida misma para cada individuo, ya que, siendo ese nuestro origen, es algo inherente a nuestras formas de actuar y entender.
Tan genuino fue su sentimiento en aquel primer mural, que lo terminó llevando a la práctica en la vida real, ya que, tras emigrar a Nueva York en 1938, se dedicó a impartir clases en la Dalton School of Art, dualidad… El artista que no creía en la academia terminó por impartir la suya misma.
Rufino Tamayo falleció el 24 de junio de 1991 en la Ciudad de México, a la edad de 91 años, víctima de un infarto fulminante, sus restos descansan en el Museo Tamayo de Arte Contemporáneo, ubicado en Av. Paseo de la Reforma 51, Polanco, Bosque de Chapultepec I Secc, Miguel Hidalgo, 11580 Ciudad de México, CDMX.
Pero, no te confundas, para apreciar su arte y sobre todo, sus murales, debes realizar un gran tour, a saber estas son algunas ubicaciones: Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional de Antropología y el Conservatorio Nacional de Música en México, en el Dallas Museum of Cine Arts, la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico y en la sede de la UNESCO, en París, mientras que su obra es expuesta en recintos tan emblemáticos como los museos de Arte Moderno de México y Nueva York, el Guggenheim y la Philips Collection, en Washington.
JR Sánchez