El show mediático y pornográfico de las redes sociales

“Casi 5 millones de mujeres mayores de 18 años sufrieron algún tipo de violencia sexual durante el segundo semestre de 2020: México Evalúa

Hablar de la película The Truman show, es hacer referencia a la que quizá es la mejor película del actor Jim Carrey, pero, para ponernos en contexto, el argumento de esta historia gira en torno al protagonista llamado Trumanel cual, vive una vida de mentira, ya que, sin saberlo es la estrella del reality show más famoso, duradero e impresionante de todos los tiempos, es decir, cada cosa que Truman ha vivido no es más que una ilusión, las personas con las que ha convivido son actores, cada paso, cada acción que él realiza está siendo transmitida por televisión, nada pasa por coincidencia en su vida, puesto que, todo está escrito en el guión, tan es así, que la ciudad en la que vive es un gigantesco set de televisión construido en la luna y cada vez que el protagonista ha pensado en marcharse de la ciudad de una u otra forma siempre es persuadido, ya sea a través de sus miedos, ya sea a través de recompensas que le hagan sentir que no hay mejor lugar en el cual estar.

Hasta aquí contaremos lo ocurrido en el filme para evitar spoilers a quienes no la han visto y les gustaría hacerlo. El punto importante a rescatar de la película es eso, el cómo una persona es privada de su privacidad inclusive desde antes de nacer, el cómo sus “gustos” y “acciones propias” no son más que el resultado de la influencia de su entorno, el cómo nuestro protagonista cree ser libre cuando en realidad es el eslabón central de una cadena de acciones enfocadas al consumismo.

Tan importante es esta película para la industria cinematográfica, no solo por regalías que sigue generando, sino, por los acontecimientos que de ella derivaron en cuestiones de análisis social y psicológico, empezando por el hecho de que recientemente la revista Popular Mechanics catalogó a Truman show como una de las 10 películas de ciencia ficción más proféticas de todos los tiempos, inclusive dentro del campo de la literatura es considerada como una extensión de las novelas 1984 de George Orwell Un mundo feliz de Aldous Huxley, en las cuales, en esencia se propone a los seres humanos como simples títeres controlados por un régimen autoritario, el cual, decide que es lo que deben pensar, decir, hacer, vestir, comer, apoyar, etc. Gracias a una manipulación bien orquestada en la que se expone a este modo de vida como el único existente capaz de otorgar felicidad.

En cuanto al terreno de la psicología, fue en 2008 cuando el psiquiatra Joel Gold, quien es un distinguido profesor en la escuela de medicina de la universidad de Nueva York, declaró que 5 de sus pacientes con padecimiento esquizofrénico, aseguraban estar viviendo dentro de un show televisivo, tal cual sucede en la película, en estos peculiares casos, 3 de esos pacientes eran felices creyendo esa realidad, puesto que, les ayudaba a sentirse importantes y escapar de las alucinaciones de tipo incapacitantes, mientras que, los otros 2 pacientes degeneraron dicha realidad a una tortura, toda vez que, el hecho de no tener privacidad y sentirse controlados les hacía hundirse cada vez más en los delirios al grado de querer suicidarse; en este sentido, el psiquiatra luego de arduas investigaciones, decidió establecer a esto como un síndrome, el síndrome de Truman show.

Pero… ¿Qué tiene que ver todo esto con nuestras vidas, si no somos esquizofrénicos o amantes del cine de ciencia ficción?, pues bien, fue durante la primera década de los 2000’s que los reality shows en televisión tuvieron un auge demencial inobjetable a nivel mundial con propuestas como: Big Brother, Jersey Shore, My Super Sweet 16 y Keeping up with The Kardashians, en los cuáles, la vida privada no tiene cabida, haciendo de cada acción una oportunidad ideal para mercantilizar el existir mismo, dichos realitys, más allá de influir en la manera de hacer televisión, sembraron una idea que a posteriori sería potenciada con la aparición de las redes sociales, haz de tu vida un espectáculo.

5 años más tarde, en 2015 con la institucionalización de los Influencersel panorama en la oferta de valores y actuar humano se rompió completamente, sin afán de sonar apocalíptico, ya no es necesario tener algún talento en específico como actuar, bailar, cantar o practicar deporte, tampoco hace falta ser hijo de algún multimillonario ni mucho menos tener contactos en los medios,  ahora para ser una “estrella” solo basta llamar la atención de un puñado de personas mediante posts en redes sociales y… para llamar la atención hace falta estar dispuesto a todo.

En el mejor de los casos, hay quienes buscan esa fama mediante una propuesta de contenido real, ya sea realizando tutoriales o una oferta de entretenimiento basada en los cánones de la producción audiovisual, pero, en el peor o más fácil de los casos hay quienes sencillamente se desprenden de todo… incluyendo la dignidad, la vergüenza y por supuesto la ropa. Porque ser famoso en internet habla mucho de ti, del engagement que eres capaz de generar, otra cosa es cómo lo generas… ¿Hasta qué punto es suficiente?

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Aterrizando todo esto a un plano más “mundano”, las prácticas no son exclusivas de los Influencers, esto ya es un estilo de vida generalizado, en el cual, queremos que por lo menos nuestro círculo cercano de conocidos nos reconozca, haciéndoles ver lo que somos y lo que hacemos: que vamos a comer, que estamos escuchando, en dónde estamos, que nos compramos, las “diferencias” que nos hacen sentir especiales… La vida se ha vuelto un espectáculo en todo sentidoporque, ahora para ser “alguien” no debes lograr objetivos tangibles, ahora para ser “alguien” debes lograr followers y likes.

Según datos del portal estatista.com, en México 84.4 millones de habitantes utiliza redes sociales, es decir, el 77% de los mexicanos están conectados por lo menos a una plataforma, este dato nos proyecta como el tercer mercado más grande para las redes sociales en Latinoamérica, solo por detrás de Brasil y Argentina. En cuanto al tiempo de interacción, los mexicanos solemos dedicar en promedio 6 sesiones diarias de entre 38 a 46 minutos cada una, es decir, poco más de 4 horas y media de consumo y generación de contenido, aunque claro, este promedio puede elevarse exponencialmente hasta las 8 horas diarias según el estilo de vida de cada usuario.

Hablar de estos datos no es tema menor, puesto que, podríamos comenzar a preguntarnos ¿Por qué y a qué le dedicamos nuestra atención a través de la pantalla?, ¿Nos resultan productivos nuestros hábitos digitales?, sumando un dato extra a los anteriores mencionados el 74% de los usuarios son mayores de edad, en 4 horas y media de uso… ¿A qué tipo de contenidos se puede enfrentar un menor?, las respuestas pueden ser muchas y muy variadas, lo cierto es que, no podemos quejarnos del propio mal que hemos creado, ya que, siguiendo las pautas mismas de las grandes industrias de consumo, si la demanda es alta, lo más probable es que la calidad del producto sea ínfima, en pro de acaparar más mercado de manera económica y eficaz, tal cual ocurre en la rama de la comida rápida, no se niega que tiene buen sabor, de lo contrario nadie la compraría, quita el hambre por supuesto y requiere esfuerzo mínimo, pero… ¿A qué costo?, No solo monetario en relación calidad-cantidad / precio, si no de salud, ¿A qué costo?

Continuando con el argumento de la oferta y la demanda… imaginemos que en un sitio público hay un par de gemelas, ambas poseen los mismos conocimientos sobre cómo hacerse millonario en pocos meses, pero… ambas son igualmente atractivas físicamente, pues bien, ambas se posicionan a 5 metros de separación, la primera comienza a hablar al aire, como si estuviese dando una conferencia, revelando los secretos más profundos sobre cómo generar dinero, al mismo tiempo la segunda gemela comienza a sacarse la ropa hasta quedar en bikini y posteriormente comienza a bailar en el sitio… ¿Quién de las dos acaparará la atención del público en general?, tú sabes la respuesta, ahora bien… si alguno de los presentes quiere hacerse de atención ¿Qué ejemplo crees es más probable que replique?, Ajá… déjame darte la bienvenida a las redes sociales, en especial a Tiktok y Twitter.

Exhibirse en redes ¿Es necesario?, No… pero funciona y si funciona… ¿Para que arreglarlo?, según el psiquiatra Norman Doidge, distinguido académico de las universidades de Columbia y Toronto, la sobre exposición a estímulos eróticos y pornográficos alteran la plasticidad de nuestro cerebro, la cual, es la habilidad de este para cambiar, adaptarse y acostumbrarse a situaciones determinadas, en sus palabras.

“Los materiales y conductas de este tipo satisfacen cada uno de los requisitos previos para el cambio neuroplástico. Cuando los pornógrafos se jactan de que están yendo un paso más allá al introducir temáticas nuevas y más fuertes, obvian que deben hacerlo porque sus clientes están desarrollando una tolerancia al contenido habitual”

Es decir, nuestros hábitos de comportamiento en redes sociales, los materiales con tintes sexuales, las tendencias que explícitamente practican la ruptura del espacio privado de nuestros cuerpos, nos está llevando degenerar nuestra forma de concebir la realidad respecto a la manera en cómo socializamos, no se trata de dogmas sobre la desnudez con tinte religioso, se trata ahora de una cuestión de salud mental individual y de responsabilidad social, en un país en dónde, según datos de México Evalúa:

“Casi 5 millones de mujeres mayores de 18 años sufrieron algún tipo de violencia sexual durante el segundo semestre de 2020. La violencia sexual incluye acoso sexual, hostigamiento sexual, abuso sexual, intento de violación y violación

A la par de que:

“Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), en su edición de diciembre de 2020, reveló que entre julio y diciembre de 2020 el 98.6% de los casos de violencia sexual que sufrieron las mujeres mayores de 18 años no fueron denunciados o no se inició una investigación.”

¿Cuál es el costo de hacer de nuestra vida un show?, ¿Estamos dispuestos a afrontar de una vez nuestra responsabilidad social?

JR Brindiz


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