Un lamido en la mano al llegar a casa, en la cara cuando te agachas a saludarlos o incluso en la ropa que usaste todo el día; los perros parecen tener un lenguaje propio con la lengua. Aunque pueda parecer un gesto automático, esta conducta tiene múltiples significados que van desde el cariño más puro hasta señales de ansiedad o estrés que no debemos pasar por alto. Aquí te contamos por qué los perros lamen tanto a sus humanos.
El lenguaje del lamido
Para los perros, lamer es una forma de comunicación heredada de sus antepasados. Los cachorros, por ejemplo, lamen el hocico de su madre para estimularla a regurgitar alimento. Con el tiempo, este comportamiento se transforma en un gesto social: una manera de mostrar respeto, afecto y reconocimiento hacia otros miembros de la manada… o hacia sus humanos.
Una muestra de cariño
La interpretación más común es la del afecto. Cuando tu perro te lame, puede estar reforzando el vínculo contigo, tal como lo haría con un compañero canino. Además, tu piel tiene sabores y olores que le resultan familiares y reconfortantes, por lo que este gesto es también una forma de exploración y apego.
¿Exceso de lamidos? Atención a la ansiedad
Sin embargo, no todos los lamidos son positivos. Cuando se vuelven excesivos o compulsivos, son señales de estrés, aburrimiento o ansiedad por separación. Algunos perros incluso llegan a lamerse a sí mismos de manera repetitiva, provocando irritaciones en la piel. En estos casos, es importante observar el contexto y consultar al veterinario o a un etólogo para identificar la causa.
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Lamer como búsqueda de atención
Otro motivo frecuente es la necesidad de llamar la atención. Si tu perro ha aprendido que cada vez que te lame tú reaccionas palabras o caricias, reforzará esa conducta. De alguna manera, el lamido se convierte en una herramienta para interactuar contigo y asegurarse de que le prestes atención.
¿Cómo manejar este comportamiento?
No se trata de impedir por completo que tu perro te lama, pues es un comportamiento natural. Pero sí puedes marcar límites si se vuelve molesto o excesivo. Redirigir su energía a juegos, rutinas de ejercicio y momentos de calma ayuda a equilibrar esta conducta. También es clave enseñarle que existen otras formas de acercarse a ti sin depender siempre del lamido.