A su regreso del servicio militar en los años sesenta, Elvis se concentró en hacer cine y alquiló un palacete en Los Ángeles, hay que recordar que Elvis ya era Elvis y por esas habitaciones se paseaban todas sus coestrellas y otras damitas que hacían casting para participar en alguna de sus películas, entre ellas: Ann Margarte, Natalie Wood, Tuesday Weld, Candice Bergen, Cybill Sheperd y Nancy Sinatra, pero eso no era todo. El equipo de amigos-asistentes del Rey siempre lo tenía surtido de la mejor carne. Sólo bastaba con tomar el Cadillac convertible del patrón, conducir por Palm Springs o Bel Air y abordar a cualquier damita, después de todo: ¿Quién iba a rechazar una fiesta con Elvis? Con el paso del tiempo se incluyeron las drogas de moda y los encuentros se hicieron más salvajes, hasta llegar a las clásicas orgías a las que el jefe no asistía.
Todos sabían que él tenía derecho de escoger primero y nadie podía decir nada cuando él seleccionaba a una o más acompañantes a sus habitaciones. Él prefería mirar y masturbarse, por ello cuando le caían demandas de paternidad, él siempre sonreía, sabía que ninguna era cierta. Solía rechazar a las casadas o divorciadas y en especial a las que ya había sido madres y por el contrario, mostraba debilidad por las menores de edad o las que lo parecían. Algo de moda entre las estrella musicales ya que Jerry Lee Lewis fue a la cárcel en 1958 cuando se supo que su esposa era su prima segunda de 13 años. Suena aberrante ahora y lo ha sido siempre, pero han sido muchas las figuras que no han escondido su gusto por las menores: Carlos Gardel defendía su preferencia diciendo: “A burro viejo, pasto joven”.
De vuelta con Elvis y su esposa Priscilla, quien acababa de estrenarse como madre de Lisa Marie; resulta que la Señora Presley quedó sorprendida con un karateca llamado Mike Stone, fue tal su obsesión con el deportista, que Priscila se inscribió a la escuela de Karate de Chuck Norris en Los Ángeles y pidió como asesor personal al señor Stone, a quien le compró un departamento en la playa de California para ocultar su adulterio por tres años y medio.
El libro termina con el relato de cómo Priscila exige el divorcio al Rey y éste planea una venganza contra el karateka (quien además para mayor ofensa era un mulato de madre hawaiana), su abuso con los productos farmacéuticos y su deterioro hasta llegar que tener que usar pañales en sus presentaciones, la persecución por parte de Hacienda y justo cuando parecía que se iba a poner peor, le llega la muerte al Rey el 16 de Agosto de 1977.