Dismorfia corporal: cuando no fuiste, no eres, ni serás suficiente

"Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error".

.- Edgar Allan Poe


Hablar abiertamente de trastornos que alteran la percepción de la realidad siempre ha sido mal visto por un amplio sector de la sociedad, ya sea porque no se tiene una cultura de atención y cuidado psicológico o porque simple y llanamente somos incapaces o nos da pereza generar empatía con quienes los padecen, cayendo siempre en la maldita excusa de “está loquito, déjalo”.

Dentro de este tipo de trastornos los más conocidos y evidentes son la bulimia y la anorexia, afecciones mentales ligadas al desorden alimenticio que provoca una falsa percepción del cuerpo mismo de quién las padece, en este caso en concreto, sentirse con sobrepeso a pesar de que el estado clínico y la báscula griten a todas luces que la realidad es todo lo contrario.

Mientras tanto, en el extremo opuesto encontramos a la vigorexia, la cual, se trata de la insatisfacción en cuanto a crecimiento muscular se refiere, quienes padecen este trastorno no es que se vean flacos en el espejo, sino, que la búsqueda de ser siempre más grande, fuerte y estético nubla la conciencia para reconocer los límites mismo del cuerpo humano, la vigorexia la podemos encontrar sobre todo en hombres y específicamente en aquellos que practican el fisicoculturismo con uso de anabólicos y esteroides.

Según una investigación del Departamento de Psiquiatría, Escuela de Medicina, Facultad de Medicina, Universidad de Valparaíso. Valparaíso, Chile, el trastorno de dismorfia corporal o TDC, se define como:

“La preocupación por defectos físicos imaginarios, leves o aún invisibles a los demás y en algunos casos próximos a una condición delirante, que se gestan desde la idea sobrevalorada, con una alta ponderación de las creencias individuales, surgidas a partir de fuertes sentimientos en torno a defectos auto-percibidos que eclipsan la introspección cognitivo-racional. La entidad parece ser relativamente común en la población general y en contextos psiquiátricos, dermatológicos y de cirugía cosmética”


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En este sentido, a diferencia de la anorexia/bulimia y de la vigorexia, el TDC puede estar presente en las personas de manera muy silenciosa, no solo para quienes lo padecen, sino también para quienes los rodean, ya que, se puede excusar como un simple “no me gusta esto de mí, pero… es normal, a todo el mundo no le gusta algo de si mismos” y es justo ahí en dónde el problema puede acrecentarse, llegando inclusive a un estado depresivo, luego de estar expuestos de manera prolongada a este sentimiento de rechazo autoinflingido.

Ahora… ¿Cómo se adquiere el TDC?

“El inicio del TDC se presenta a menudo en la adolescencia, gradual o abruptamente, debido, entre otros factores, al refuerzo positivo del aspecto físico durante la infancia, eventos traumáticos como humillación, acoso sexual, fracaso público en atletismo o danza, lesiones o enfermedades físicas y burlas sobre la apariencia, las que desencadenarían sentimientos de vergüenza relacionados a la autoimagen y la autoestima; también las experiencias familiares y personales fuentes de incomodidad, inseguridad y rechazo son factores de riesgo, así como las influencias culturales transmitidas por los medios de comunicación que favorecen las creencias de que el valor propio y la aceptabilidad emanan desde la belleza física”.

Como podemos observar el TDC encuentra múltiples vías de entrada a nuestra percepción de la realidad, bien dicen que “solo basta una chispa para desatar el infierno”, en este sentido vale la pena acudir con un especialista clínico, el cual, nos podrá ayudar en primera instancia a identificar si padecemos TDC, en segunda instancia a trazar un protocolo de acción para tratar la afección y en tercera instancia asesorar nuestro desarrollo en pro de nuestro bienestar emocional y de salud.

JR Brindiz

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