El éxito comercial de “Matador” de 1994 –una mezcla grandilocuente de ritmos carnavalescos y letras políticas– inspiró a los argentinos
Fabulosos Cadillacs a dejar de lado las expectativas de las discográficas y deleitarse con sus tendencias experimentales.
Fabulosos Calavera, una ópera vagamente conceptual poblada de esqueletos surferos, diablitos y calaveras resplandecientes, emplea el peso instrumental de la banda para zigzaguear sin descanso del thrash metal al funk metálico, el spaghetti western y las baladas sentimentales.
Comienza en un espacio furioso, buscando burlarse y subvertir, pero luego se vuelve imposiblemente tierno. “Niño Diamante” transforma el riff de piano de “Take Five” de Dave Brubeck en un melancólico rock artístico y “ADRB” demostró que las nubes de la desesperación del tango estaban muy vivas. “Escribimos canciones/Destruimos las canciones”, canta Vicentico en “Sábato”. La obra maestra deconstruccionista de los Cadillacs es también una audaz declaración de principios.