En cada país que visitaba hacía un promedio de cuatro presentaciones y desataba
histeria colectiva. Sus gestos y contorsiones sobre el escenario provocaban desmayos...
Hablando de música clásica, existen nombres condenados al olvido en estos tiempos de escasez de verdaderos artistas y tendencias simplonas impuestas por las masas. Aunque siempre ha sido un género para minorías, hoy es evidente el profundo desconocimiento que muestra el público masivo sobre aquellos grandes creadores, fundamentales para el desarrollo del arte musical.
Uno de ellos es Franz Liszt (1811-1886), pianista y compositor húngaro considerado la primera superestrella clásica. Si el austriaco Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) había creado el status de divo musical por su extravagancia y genialidad expuestas ante los circunspectos públicos de su tiempo, Liszt llevó a otro nivel el perfil del intérprete musical con sus giras por Europa. En cada país que visitaba hacía un promedio de cuatro presentaciones y desataba histeria colectiva. Sus gestos y contorsiones sobre el escenario provocaban desmayos y frenéticas reacciones entre el público femenino, un antecedente histórico de lo que ocasionaron Elvis Presley o The Beatles en los EE.UU. en 1964.
Paralelamente a su trayectoria musical, Liszt fue también profesor y mecenas, impulsando las carreras de otros artistas como Nicolas Paganini, Hector Berlioz y Richard Wagner, quien además se convirtió en su yerno en 1857 al casarse con su hija Cosima. Aunque es más conocido por sus nocturnos para piano –el único reconocible para el oyente promedio es Sueño de amor (1850), que existe incluso como ringtone– Franz Liszt escribió infinidad de rapsodias, transcripciones, fantasías y poemas sinfónicos. Entre los pianistas académicos, la obra de Liszt es tan importante como la de Chopin por su complejidad, innovación y belleza.
Su extravagante personalidad fue llevada a la pantalla grande de modo surrealista en Lisztomania (Ken Russell, 1975). El papel protagónico lo hizo el vocalista de The Who, Roger Daltrey y la banda sonora la compuso Rick Wakeman, uno de los virtuosos del piano más importantes del siglo 20.
Entre los especialistas en el repertorio lisztiano destacan la argentina Martha Argerich, el chileno Claudio Arrau, el polaco-norteamericano Arthur Rubinstein y, especialmente, el australiano Leslie Howard, que grabó 94 CD con toda la obra pianística de Liszt, entre 1986 y 1998, bajo el sello británico Hyperion Records.
Jorge Tineo Rendón