La fachada al más puro estilo Art Nouveau del Palacio de Bellas Artes —a cargo del arquitecto italiano Adamo Boari y el ingeniero mexicano Gonzalo Garita—, con sus enormes cúpulas y líneas fluidas y orgánicas, es uno de los edificios más bonitos de la CDMX. Sin embargo, el edificio no solo es digno de postal en el exterior, pues al entrar se descubren espacios cuya belleza pareciera no corresponder (aunque sí empatar) la de afuera. Debido a que la construcción de Bellas Artes se vio interrumpida por la Revolución Mexicana, los años pasaron y el diseño del interior se adecuó para ajustarse a las tendencias de los años 30, y esta obra quedó en manos del arquitecto mexicano Federico Mariscal. Este recinto se construyó para reemplazar el antiguo Teatro Nacional, y esta vocación dramática se continúa en la Sala Principal, famosa por su gran telón hecho con cristales de Tiffany, donde todavía se presentan óperas.
Este edificio porfiriano fue proyectado por el mismo equipo detrás de las gruesas columnas y arcos de medio punto de Bellas Artes: Adamo Boari y Gonzalo Garita. La arquitectura ecléctica de su fachada de cantera de chiluca es inconfundible, pero el interior es verdaderamente deslumbrante, revestido en bronces italianos y mármoles mexicanos, y coronado por un gigantesco domo de cristal emplomado por los que se cuela la luz que se refleja en todas las superficies metálicas. Este es uno de los edificios más bonitos de la CDMX, y aquí destacan también los frescos de Bartolomé Gallotti afuera de la Sala de Juntas de la Dirección General, los cuales retratan a las figuras de la mitología griega que podrían asociarse con el edificio (como Hermes, dios de la comunicación, y Hefesto, dios de la metalurgia).
En lo que alguna vez fue el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, hoy se encuentra el Museo Nacional de Arte, uno de los edificios más bonitos de la CDMX. Nos da la bienvenida la imponente escultura de El caballito, una representación del rey Carlos IV de España montado a caballo que se colocó en el zócalo capitalino poco antes de la Guerra de Independencia, y con eso inicia un recorrido por la historia del inmueble, la cual se cuenta a partir de su arquitectura. La línea del tiempo arranca en el siglo XVII, y desde entonces el recinto se ha utilizado como noviciado, hospital, edificio de gobierno y museo. Fue en 1904 que Porfirio Díaz ordenó la construcción del Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, a cargo del arquitecto italiano Silvio Conti, haciendo de este lugar una de las grandes obras de principios del siglo XX, con un estilo ecléctico que todavía fascina por la grandeza de sus escaleras, sus techos altísimos y sus enormes ventanales.
A pesar de que este impresionante inmueble se construyó en la época colonial, su increíble historia no dejó de desenvolverse hasta el siglo XX. Hoy por hoy, el Antiguo Colegio de San Ildefonso es un museo y consta de dos edificaciones de tres niveles cada una, la primera expone tres patios y pertenece al periodo barroco del siglo XVIII, mientras que la otra es un posterior, de la primera mitad del siglo XX. Durante este último periodo, el inmueble albergó la Escuela Nacional Preparatoria, donde se formaron algunas de las figuras más ilustres de la escena cultural mexicana posrevolucionaria, y fue precisamente aquí donde se conoció la más célebre pareja del arte mexicano, Frida Kahlo y Diego Rivera, mientras ella era estudiante y a él pintaba los grandes murales del Anfiteatro Simón Bolívar.
Ubicado en la antigua calle de Donceles, este edificio es considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad, y si crees que solo cataloga como uno de los edificios más bonitos de la CDMX por su fachada neoclásica con elementos Art Nouveau, espera a que conozcas el interior. Con un aforo de mil 344 butacas, este espacio se enciende con todo el esplendor de los grandes teatros de finales del siglo XIX para recibir producciones musicales, de danza, teatro, ópera, zarzuela y hasta cine. El Teatro de la Ciudad llegó a consagrarse como el teatro más importante del país no solo por su espectacular arquitectura, sino también por su contribución a la difusión cultural hasta el día de hoy.
Gran Hotel de la Ciudad de México
En una de las esquinas más discretas del Zócalo capitalino, pero con una ubicación privilegiada, el Gran Hotel de la Ciudad de México descubre su esplendor apenas cruzar la puerta, donde te recibe un enorme candelabro Luis XV con miles de cristales titilantes. El edificio se construyó en pleno Porfiriato, no como hotel sino como el primer centro comercial de México. Ya desde entonces se mandó traer el emblemático vitral de Tiffany que envuelve el lobby principal, y su decoración al más puro estilo Art Nouveau sorprendió con su fantástica herrería, sus lujosos tapices de terciopelo rojo y uno de los primeros elevadores panorámicos que se instalaron en México (y todavía funciona), todo lo cual hace de este lugar un espacio inmortalizado en el tiempo, hacen de este uno de los edificios más bonitos de la CDMX.
Este fue uno de los primeros edificios coloniales que se construyeron tras la caída de México Tenochtitlan, y durante mucho tiempo fue sede de distintas instituciones de salud —de hecho, aquí se encontró el primer hospital psiquiátrico de América—, hasta que en el siglo XX fue recuperado y restaurado por inversión privada en colaboración con el INAH. En 1964 fue declarado Monumento Colonial, y hoy por hoy es uno de los venues más espectaculares en uno de los edificios más bonitos de la CDMX.
No podemos dejar de lado el boom de la arquitectura moderna en México a lo largo del siglo XX, pues algunos de los edificios más bonitos de la CDMX son el resultado del espíritu vanguardista y propositivo de los jóvenes arquitectos de mediados del siglo pasado. El Colegio de México es obra de los arquitectos Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, y es uno de los máximos representantes del brutalismo mexicano de los años setenta. Por supuesto, el exterior es una belleza, pero los arquitectos no perdieron de vista que todo en este colegio debía estar enfocado a las necesidades de la comunidad universitaria, por lo que los recorridos por sus patios cubiertos y la biblioteca —que ocupa aproximadamente la tercera parte del área construida— son una verdadera delicia.
Además de ser una de las bibliotecas públicas que más visitantes recibe en Latinoamérica, Biblioteca Vasconcelos es uno de los edificios más bonitos de la CDMX. El proyecto corrió a cargo del arquitecto Alberto Kalach, quien concibió un enorme esqueleto de acero que sería revestido por los más de 600 mil libros que conforman su acervo actualmente y, en caso de ser necesario, desplegar sus anaqueles para acoger hasta dos millones de ejemplares. Al centro del edificio se encuentra la obra Matrix Móvil, del artista Gabriel Orozco, quien juega con este mismo concepto del esqueleto y los espacios de aprendizaje. Además del área de biblioteca, este edificio cuenta con jardines, salas de música y un espacio donde se realizan actividades infantiles.
Si existe un nombre archi conocido en la arquitectura mexicana, es el de Luis Barragán. Su casa estudio se construyó en 1948 y hasta el día de hoy representa una de las obras arquitectónicas contemporáneas de mayor trascendencia, e incluso ha sido reconocida como Patrimonio Mundial por la UNESCO por ser ‘una obra maestra dentro del desarrollo del movimiento moderno’. El uso de colores y materiales locales no es fortuito, y pone en evidencia la confluencia de distintos ideales filosóficos que aquejaron el mundo del diseño durante el siglo XX. Aquí vivió el célebre arquitecto desde entonces y hasta su muerte en 1988, y hoy es un museo de su vida y obra.