El cuarto álbum de la banda chilena –lanzado después de haberse convertido en un referente del rock sudamericano de los ochenta– contiene el que probablemente sea el ejemplo más bello del synth-pop latino:
“Tren al Sur” suena como una joya al más puro estilo de Depeche Mode, pero con el añadido de un Línea
de charango tradicional y letras mordaces y con conciencia social. Grabado en Los Ángeles y contaminado por el enamoramiento obsesivo del cantante
Jorge González por la esposa de un compañero de banda,
Corazones rebosa de melodías agridulces e intriga psicosexual (mira el aplomo gélido de “Amiga Mía”). Tres décadas después, la carne se ha enfriado pero la música permanece.
