Cuando la memoria y conciencia nos transportan a las inhóspitas tierras del Estado de México, es inevitable sentir dos emociones: expectación y miedo, siendo esta última la que mejor fundamento encuentra, de hecho, pareciera que no hay día en el que la entidad mexiquense NO aparezca en los titulares con notas del tipo: “Asaltante de combi amagó a pasajeros” o “Fueron 4 los cuerpos localizados está mañana”, sí… todo un festival de inmundicia, digno de cualquier cómic de Batman, pero… lamentablemente la situación por la que históricamente han atravesado los mexiquenses no es ficción, por más ridícula e irrisoria parezca.
Porque… vivir en el Edo. Méx. No solo significa tener que madrugar más que los demás para ir a trabajar o sentir poco o nada de orgullo cuando alguien pregunta: “¿y tú dónde vives?”, no… ser mexiquense y vivir en esos lares implica darle clases a Stephen King sobre lo que es el verdadero terror.
Terror de morir a manos de un chamaco pendejo, el cual, ya decidió que “celulares y carteras” valen más que cualquier vida presente; Terror de regresar tarde por la noche, no encontrar transporte y caminar “unas cuántas calles a casa”, para más nunca regresar; Terror de no saberse dueño ni del techo en dónde se habita, ya que, muchas son las historias de voz en voz, las cuales, relatan cómo una bola de imbéciles decidió amagar con hacer daño a quienes amas si no entregabas tu lugar, tu hogar.
Pensaba poner en este párrafo las cifras infames de municipios como: Cuautitlán Izcalli, Los reyes, Tecámac, Naucalpan, Tlalnepantla y por supuesto el incómodo Ecatepec, pero, eso no haría más que aumentar una cifra más a la estadística de notas y medios que retoman la desgracia de quienes tuvieron la gracia de decir: “aquí quiero vivir”.
Porque, si bien los municipios antes mencionados son los que encabezan las listas de la catástrofe metropolitana, lo cierto es que, también son los nombres que encabezan las listas de preferencia dentro de los planes de los desarrolladores inmobiliarios privados, con nombres tan rimbombantes del tipo: “Cedros del Sol, Villas de Terranova, Residencial Las Américas, Condominios Prívate & Luxury: Los héroes", etc. Que invitan a soñar con un futuro mejor, con un estatus inherente a la compra, pero, que dista mucho de la deprimente e indigna situación en la que TODAS las administraciones habidas y por haber, han hundido a ese territorio en dónde “ni Dios te cuida”.
Pero… ¿Por qué los desarrolladores inmobiliarios deciden montar sus negocios en el Edo. Méx. Si está tan horrible?, bueno… creo que nunca mejor dicha será la frase: “en el pecado está la penitencia”, el negocio está justamente en que el Edo. Méx. Es el Edo. Méx., Es decir, NO hay mejor lugar para inventar tanta plusvalía que en tierra barata, en un lugar donde las leyes son de agua y quienes las aplican de vapor, porque si en la CDMX necesitas infinidad de trámites, permisos y por supuesto pagar un montón de impuestos, en el Edo. Méx. Solo ocupas las ganas de hacerlo y en una de esas hasta el gobierno te paga para que vayas a montar el desastre, así la situación y así la realidad del porque nunca mejora nada.
Tan sencillo como: “menor inversión, igualdad de ganancias”, resulta toda una burla no solo a los compradores quienes, empeñan literalmente su vida a un terreno en el infierno, sino, en general a los “mexicanos por patria y provincia”, quienes tienen que aguantar vara en cuanto a la escases de agua, de espacios públicos y de condiciones de seguridad misma dentro y fuera de los desarrollos inmobiliarios, ya sea por la pésima inversión que se realiza en la construcción, como, por el foco de atención que representa para el crimen organizado.
Pero… (sí, siempre hay un pero), en esta historia falta uno de los protagonistas esenciales que dan vida y color a la trama y se trata de nada más y nada menos que de: Valle de Bravo, el oasis prometido dentro de todo este desierto lleno de alimañas y carroñeros, ese destino de bolsillo para los acaudalados de la CDMX, al grito de: “pues nos vamos a Valle de Bravo Wee, mi papá tiene casa ahí, que nos la preste y armamos algo padre ¿No?”, Y sí... Por supuesto que se arma algo padre llamado “gentrificación”, ¿En qué momento los “millonetas” desplazaron a los originarios de Valle de Bravo?, ¿En qué momento pasó de ser un pueblo de lo más común, con sus tradiciones a ser “MirreyLandia”?, ¿En qué momento el dinero y las ganas de robarlo decidieron juntarse en la misma entidad?, son preguntas que se responderán en el siguiente volumen de este tema.
Por el momento quedémonos con esta reflexión: la vida en el Estado de México se basa en tres pilares fundamentales: huevos, agandallar y “ya se la saben mi gente”.
JR Brindiz