Las ventanas de mi alma es el decimosexto álbum de estudio de Luz Casal. Grabado en La Casa Murada y producido junto a Paco Salazar y Paco Trinidad. Se anuncia como el disco más personal y autobiográfico de su trayectoria, el que da continuidad a 'Que corra el aire' (2018).
Se trata de una colección de 12 pistas entre las que se incluye Hola, qué tal como primer avance, canción creada bajo el influjo de las conversaciones telefónicas que mantuvo durante la pandemia por la Covid-19 con desconocidos, cuando se lo pedían para ofrecer consuelo o compañía. Da continuidad Estaba escrito, la historia de un romance.
Presentación promocional
"Se ha hecho esperar, pero Luz Casal regresa con un nuevo disco, el más personal y autobiográfico de su carrera. El título, 'Las ventanas de mi alma', ya anuncia que Luz se presenta sin máscaras ni artificios, franca y apasionada como siempre y más anclada a la realidad que nunca. Su condición de referencia indiscutible de la música en español convierte esta vuelta, tras cinco años sin publicar canciones inéditas, en todo un acontecimiento. Pero, lejos de conformarse con la renta que le otorgan cuatro décadas en lo más alto, Luz explora nuevos sonidos y aborda asuntos de actualidad para ofrecer un álbum rotundo y arrebatador, doce temas llamados a ampliar la abultada lista de éxitos de la artista, una de las voces más inconfundibles del panorama musical europeo.
El disco supone una inyección de esperanza. Luz tiende la mano en cada canción, ofrece salidas en medio de la oscuridad y exorciza fantasmas propios y ajenos. Así lo anticipa el primer single, ‘Hola, Qué Tal’, una exhibición de optimismo, resultado de las más de dos mil llamadas que hizo durante el confinamiento a quienes se lo pedían en busca de aliento y consuelo. Esa experiencia también cristaliza en ‘Dame tu mano’, uno de los cortes más poderosos del álbum, que arranca con apenas una guitarra y la voz algo apesadumbrada de Luz (“Me equivoqué más de una vez, / sólo yo sé lo que pagué”) para escalar hacia la cima instrumental, coronada por la intensidad de los arreglos, en medio de un ambiente mágico: “Dame tu mano, toma la mía; / somos dos seres buscando salida”.
El reencuentro con la pureza, una de las principales obsesiones de la discografía de Luz, se hace evidente en ‘La inocencia’, cercana al rock más clásico y donde predominan las guitarras eléctricas, pero también en ‘Duele’, un canto a lo perdido, tal vez la concesión más dramática del disco, el primero tras la muerte de su madre: “Duele que no tenga quien cante / cumpleaños feliz”. La crudeza de ambas letras contrasta con la vitalidad de sus melodías. Es otra histórica marca de la casa: esquivar el regodeo, tamizar la pena para abrir una grieta, por pequeña que sea, que deje atravesar la luz.
Conviene reparar en ‘Antes que tú’, la canción más atrevida del álbum, compuesta junto con los hermanos Ovidi y Álvaro Tormo, de Los Zigarros. Descarada, bajo la frenética batería de su fiel Tino di Geraldo, Luz advierte de la eventualidad de cualquier éxito (“Subir, bajar, / todo eso se reduce / a un eterno blablabla”) y ajusta cuentas con quienes se atreven a mirar por encima del hombro: “Fui lo que tú ahora eres / y lo que soy serás”. Siempre escurridiza frente a las etiquetas, inclasificable y tentacular, Luz se transforma para situarse en las antípodas del rock con ‘Estaba escrito’, un tema de corte clásico, la historia de un romance sostenido por poco más que el piano y su voz, clara y poderosa: “Y de repente, sin saber cómo, / aprendimos que un instante se hace eterno”.
Desde la desnudez de la composición que da título al disco, ‘Las ventanas de mi alma’, hasta la complejidad de ‘A ciegas’ y la espontaneidad del pop sin pirotecnia de ‘Quizás’, pasando por la plácida ‘Un lugar perfecto’ y sus coqueteos con el bolero en ‘Suave es la noche’, Luz ofrece un álbum catártico y sofisticado, repleto de matices que exigen al oyente volver a cada canción para apreciar cada uno de sus detalles. El disco se cierra con un regalo que regresa del pasado: ‘Un Poco Más de Amor’ una canción compuesta por Carmen Santonja que Luz conserva desde los años noventa y no había publicado hasta ahora, interpretada como un himno de vigencia asombrosa contra la guerra: “Que callen esos fusiles, / no quiero ver más / los mil perfiles de Satanás”."